DANAKIL-ETIOPÍA (NAVIDAD 20011)
Para llegar a la depresión del
Danakil, tierra Afar, es necesario viajar durante dos días desde Adis Abeba.
Al principio encontramos carretera asfaltada y
hospedaje en un hotel sencillo, para continuar con el todo terreno por pistas,
arenas y coladas de lava. La vida de los etíopes se concentra en las orillas de
los caminos, de modo que en ningún momento asoma el aburrimiento. Vacas,
camellos, personas… se cruzan a nuestro paso. De vez en cuando un mercado de
ganado o de khat bien merece una parada en el camino.
El calor aumenta según nos
adentramos en el desierto, ante nosotros una inmensa planicie de arena que, en muchas ocasiones, nos deja sin
visibilidad. Casi no quedan indicios de vida. Salpicadas y enmascaradas en el
paisaje, se ven pequeñas chozas con forma de media esfera, hechas con telas,
pieles, plásticos y palos. Son las viviendas de los afar, pueblo que habita el
Danakil desde hace más de 2800 años, actualmente repartido por Etiopía, Eritrea
y Djibouti. Nos cruzamos con alguna
caravana de camellos que sigue su calmado paso, mirando con indiferencia
nuestra presencia.
Sorprendentemente, al anochecer, llegamos
a un lago salado, el lago Adfrera, situado a 80m bajo el nivel del mar, donde
podemos acampar. A su lado, un manantial de aguas termales es el primer indicio
de que nos encontramos en una zona geotérmica. Con un gratificante baño en su
lecho nos quitamos todo el polvo adquirido en la jornada.
Atravesamos una gran zona
inhóspita con formaciones de roca de lava solidificada. Aquí la pista
desaparece, la travesía se complica y el calor también es más intenso.
Al comenzar la tarde llegamos a
nuestro destino, estamos a 9 km del cráter del volcán Erta Ale a 630 m sobre el
nivel del mar. Mientras esperamos a que el sol caiga y el calor disminuya, preparamos
el saco, el calzado y el agua ¡sobre
todo agua! Comprobamos las baterías del frontal y nos ponemos en marcha. El
objetivo es llegar al cráter, dormir allí y descender por la mañana, antes de
que el calor apriete.
Todo el terreno es una gran
colada de lava, sin senderos y con continuos desniveles, nos acompañan tres
camellos, uno de ellos “Pikolín” cargado con las colchonetas. Pronto oscurece, la luna está en cuarto creciente, la noche es
negra. Caminamos por terreno desconocido en fila india ayudados por la luz de
los frontales.
A las cuatro horas de marcha hemos
ascendido 400m, mis fuerzas flaquean, estamos en el borde del gran cráter
elíptico de 0,7 x 1,6 kilómetros; un fuerte olor a azufre envuelve la
atmosfera, en el centro de la gran fosa, una resplandor circular de luz naranja
y acompañado de una humareda nos atrae,
el anhelo por llegar hasta allí me hace recuperar las fuerzas. Tras
“aposentarnos” descendemos la pared vertical y caminamos por dentro del gran cráter.
El suelo es rugoso, como si de viejas raíces de árboles o gruesas maromas enmarañadas
se tratase, según nos acercamos al círculo iluminado, fuertes crujidos se oyen
bajo nuestros pies, la colada de lava de aspecto consisten se ha transformado
en una especie de espuma solidificada que se rompe a nuestro paso. Camino
despacio sabiendo que, inesperadamente, la bota se hundirá en lo desconocido. El
olor a azufre se intensifica.
Superada una pequeña ascensión me
encuentro en el borde del cráter menor de 40m de diámetro aproximadamente, a
unos ocho metros bajo mis pies, un lago de magma incandescente. ¡La Tierra
hierve!
Es uno de los pocos lagos
permanentes de lava fundida en la Tierra, la superficie, en continuo movimiento
empieza a solidificarse y toma color
negro, a la vez se agrieta dejando ver los colores rojos, naranjas y
amarillos, como si fuese un gran calidoscopio asimétrico. En un lado de la
pared se ha formado una cueva que en continuas
explosiones escupe lava al lago.
En la madrugada descendemos de
nuevo para contemplarlo con las luces del amanecer. Otra cueva roja, otras
grietas, la danza continúa…
He visto otros grandes fenómenos
de la naturaleza: cataratas Victoria, Iguazú, glaciares de Patagonia… sus
bellezas no las puedo contrastar pero sé que el Erta Ale es el fenómeno natural
que más me ha impactado de todos lo que he visto. Una vivencia inolvidable. ¡UN
PRIVILEGIO!
En Ahmed Ale se pueden alquilar
catres para dormir al aire libre, al no conseguirlos acampamos en suelo con un
sinfín de piedras. Al amanecer bajamos a un pedregoso barranco donde
encontramos multitud de camellos, la mayoría sentados esperando que los camelleros
les coloque los aperos, otros ya están dispuestos para comenzar el desfile de ordenadas caravanas; se
dirigen al salar de Essale, un extenso “lago” de sal y agua situado a unos 25
Kms y a 120 m bajo el nivel del mar que, en verano, supera los 60º C. Allí, con
rudimentarias herramientas y mucho esfuerzo, los afar extraen bloques de sal a
los que dan perfecta forma rectangular, pasado mediodía cargan los camellos y
emprenden el camino de regreso. Esta sal será vendida por el reto de Etiopía,
como comprobamos en el mercado de
Mekelle.
En el final del salar de Essalé,
el lugar más caluroso habitado por el ser humano, y después de remontar un pequeño
desnivel aparece a nuestros pies Dallol. Zona originada en 1926 por una
erupción del volcán Dallol, que se halla bajo una espesa capa de sal de
aproximadamente un kilómetro de espesor. Es una gran planicie geotérmica que origina
un paisaje excepcional. Aquí la Tierra compite con los grandes impresionistas;
los vivos colores procedente del azufre, los óxidos de hierro, ácidos y sal;
acompañados por la potente luz del desierto crea imágenes milagrosas dignas de
un país de fantasía.
Es en esta zona donde en 1974 fue
descubierto el famoso fósil de mujer “Lucy”, con una edad de 3,2 millones de años. Australopithecus
Afarensis, por el sitio donde se encontró. Hoy se puede visitar en el museo
nacional de Addis Abeba.
Salimos del Danakil por el
lado opuesto nuestra entrada. El paisaje
se repite de forma inversa, en un corto trayecto dejamos la gran depresión para
pasar a las tierras altas de Abisinia. Al atardecer, la llegada a Berahile,
importante núcleo de población. En primer lugar visitamos el bar pera
deleitarnos con una cerveza fresca, luego acampamos en el patio de la escuela
disfrutamos de agua corriente. En la mañana, cuando estamos terminando de
levantar el campamento, los primeros niños ya acuden a la escuela, quizás han
madrugado más, atraídos por los “faragis” que han invadido su logar de juego.
En la provincia de Tigray la
mayoría de sus habitantes son ortodoxos. Sus iglesias coptas, en mi opinión, es
la arquitectura más bonita de toda África subsahariana. Son arquitecturas monolíticas, de una sola
roca han extraído toda la estructura a base del vaciado de la roca. En esta
ocasión veréis sólo algunas secundarias. La reina de todas ellas está en
Lalibela.
Mekele es la capital de la región
del Tigray. Había sido capital de Etiopía del 1871 al 1889. Dispone de
universidad y, desde hace poco, aeropuerto. De modo que volando hasta allí se
pueden ahorrar Kms para llegar a la zona del volcán Dallol. Ofrece buenos de
restaurantes, hoteles etc.
Es una ciudad más de África; la
esencia de su vida, como en muchas otras, se encuentra en el mercado; allí uno
se puede entremezclar con los que compran y venden, los artesanos, los
paseantes… Ante la mirada de curiosidad de los “farangis” casi siempre
encontramos la respuesta en una amplia sonrisa de los lugareños.
El recorrido de Mekele a Addis
supone un día de viaje. Parada en un animado mercado de animales; en una de las
aldeas, de las muchas que vemos por el camino, son agrupaciones de casas donde
viven familias-clanes cerradas por un muro que les sirve de protección. Una
parada especial: tomar un auténtico café de Harar, sin prisa, siguiendo todo el
rito que comienza con el tueste del café ¡Delicioso! Y algunas pausas más hacen
que el camino sea ameno hasta llegar a Addis Abeba. En pocas horas, regreso y vuelta
a ubicarnos en este “Primer Mundo
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Después de unos días de haber
escrito este texto y a 10 días de regresar del Danakil, se ha producido un
grave atentado en la misma zona:
Pacifistas y belicosos vivimos en
los mismos sitios, al mismo tiempo... Es lamentable ver como se nos van cerrando
las puertas del Mundo; pasará tiempo hasta que otros viajeros disfruten del maravilloso
Danakil.