Pueblo nómada de Tanzania que no
cultivan la tierra ni crían ganado, viven sin reglas ni calendarios, no miden
el tiempo. Llevan una existencia de cazadores-recolectores que apenas ha
cambiado en 10.000 año.
Los hadza hablan en su lengua nativa, el hadzane. Suena suave y melodioso durante un par de frases, pero de repente se torna discordante y contundente, con frecuentes chasquidos linguales y ruidos con la garganta. No está estrechamente relacionado con ningún otro idioma vivo: es una lengua aislada.
Ir de caza con ellos es un reto.
Con el arco y las flechas en la mano, sin carcaj colgado a la espalda, corren como gacelas por la sabana,
por la llanura y entre las punzantes acacias es difícil seguirlos, siguen el
rastro de una gacela que han herido el día anterior, de vez en cuando hacen una
parada y encienden fuego para dar unas caladas a una pipa cargada de una
hierba, y de nuevo inician la carrara.
Regresan al campamento cargando
la pieza medio descuartizada. Las mujeres asan la carne sobre piedras
calentadas en el fuego y el resto de la caza la cuelgan de los árboles, bajo
ellos hacen hogueras para ahumarla. Cuando el lugar dónde están se hace más inhóspito,
se trasladan a otra zona.